Subgéneros del teatro breve del Siglo de Oro: la jácara

La palabra jácara, derivada de jaque, designa en su origen el romance cantado sobre la vida y andanzas de un rufián o valentón, habitualmente acompañado de su dama ‘prostituta’. La jácara era una pieza muy demandada en el espectáculo teatral barroco, y podía ir como pieza exenta (se representaba entonces en los entreactos) o bien dentro de una comedia o un entremés, para darles variedad.

Representacion teatral

Poco a poco, se convertirá en una especie de entremés cantado (normalmente por una actriz) o con alternancia de trozos cantados y representados (y a menudo bailables), con protagonistas rufianescos, que por lo general terminan recibiendo su castigo. La jácara, ya dialogada (recitada), ya entremesada (representada), describe el mundo marginal del hampa, dando entrada a su léxico peculiar, el de la germanía literaria. «La singularidad estética de la jácara estriba en el alarde de retórica cruel que se despliega en el escenario, y de la que no se evitan los detalles más escabrosos en punto a los castigos y las torturas que sufrían marcas y valentones», escribe Huerta Calvo[1]. Se conocen algunas jácaras de tema cortesano, muy pocas, y también otras a lo divino.

Dejando aparte ciertos precedentes como las composiciones recogidas por Juan Hidalgo en Romances de germanía (Barcelona, 1609), las jácaras poéticas —con escasas dimensiones teatrales— más célebres son las de Quevedo, que ha sido considerado el creador del género. Su Jácara del Escarramán (1612) se hizo famosísima y conoció infinidad de glosas e imitaciones. Además de Escarramán y la Méndez, otros personajes hampescos cantados por Quevedo fueron Lampuga o Añasco el de Talavera[2].

Cáncer, por su parte, escribió otras jácaras dedicadas a Mulato de Andújar, el Ñarro o Torote el de Andalucía, y además cuatro a lo divino sobre Santa Catalina, San Juan Bautista, San Francisco de Asís y San Juan Evangelista. A Calderón debemos la Jácara del Mellado y la Jácara de Carrasco; a Solís, Celos de un jaque y satisfacción de una marca; a Cáncer, Periquillo el de Madrid; a Diamante, La Pulga y la Chispa; a León Merchante, Gargolla. Quiñones incluye seis jácaras en Jocoseria (Jácara de doña Isabel, la ladrona, que azotaron y cortaron las orejas en Madrid, Jácara que se cantó en la compañía de Alonso de Olmedo, Jácara que se cantó en la compañía de Pedro de Ortegón, Jácara que cantó Francisca Paula en la compañía de Bartolomé Romero…), a las que hay que sumar su Jácara nueva de la plemática, publicada en Ociosidad entretenida (1668). El baile de Moreto La Chillona, que mencionaba en otra entrada, es ajacarado. Muchos otros autores, entre ellos Juan de Matos Fragoso, Antonio Folch de Cardona y Francisco de Avellaneda, escribieron jácaras, y Calderón se burló de esta moda en el entremés titulado Las jácaras[3].


[1] Javier Huerta Calvo, El teatro breve en la Edad de Oro, Madrid, Laberinto, 2001, p. 71.

[2] Ver Francisco de Quevedo, Jácaras (Edition critique), Thèse présentée et sostenue publiquement par Emmanuel Marigno, Nancy, Université de Nancy II, 2000.

[3] En la actualidad, María Luisa Lobato (Universidad de Burgos) dirige un proyecto de investigación titulado Violencia y fatalismo en la literatura áurea: la jácara, que ha dado lugar a varias publicaciones y a la celebración de un congreso sobre el tema (Burgos, octubre de 2012).

3 comentarios en “Subgéneros del teatro breve del Siglo de Oro: la jácara

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